A lo largo de
mi corta experiencia con clientes, estoy comprobando cómo, el ejercicio
profesional conlleva, en la mayor parte de las ocasiones, una proximidad e
intimidad con el cliente que extralimita la prestación estricta del servicio de
forma que el cliente comparte conmigo aspectos emocionales más allá del propio asesoramiento,
convirtiéndome en su confesora.