A lo largo de
mi corta experiencia con clientes, estoy comprobando cómo, el ejercicio
profesional conlleva, en la mayor parte de las ocasiones, una proximidad e
intimidad con el cliente que extralimita la prestación estricta del servicio de
forma que el cliente comparte conmigo aspectos emocionales más allá del propio asesoramiento,
convirtiéndome en su confesora.
El compromiso
por mi parte, y la confianza por parte del cliente, me lleva, en el caso
concreto de empresas familiares, a soportar cierto equilibrio familiar y sé,
que en alguna ocasión, puede ponerme en el ojo del conflicto y verme en seria
dificultad para salir del embrollo.
Estos
conflictos son aún más potentes en empresas familiares, sobre todo cuando
traspasa la primera generación de forma que surgen conflictos de interés individuales
y colectivos en aspectos familiares, empresariales y patrimoniales.
En estos casos,
el trabajo del profesional es relevante en cuanto que hemos de tener
capacidad de formar a la familia empresaria en las distintas perspectivas en
que la situación de la empresa les puede afectar y de ofrecer instrumentos para crear sus
normas en la toma de decisiones.
La ordenación
de los conflictos de intereses se puede realizar a través de la elaboración de
un PROTOCOLO FAMILIAR.
Este protocolo ha de tratar las relaciones entre distintas áreas:
Familia/empresa/propiedad.
El punto de partida para su elaboración es la reflexión sobre cómo se puede
conseguir el difícil equilibrio entre intereses familiares y necesidades
empresariales; a partir de aquí, se han de definir los valores, voluntades ,
código de conducta , modelo de liderazgo, representatividad de la empresa y
ordenamiento jurídico de pactos dentro de la familia y frente a terceros; ha de
ser un instrumento vivo y cambiante y va más allá de los asuntos familiares, ya
que también puede regular situaciones que afecten a terceros.
Asimismo, es
importante conferirle al Protocolo la solemnidad necesaria, elevándolo a
público en su caso y siendo representado por un “Consejo familiar” como garante
del seguimiento, control y modificación de dicho Protocolo, dándole incluso la
posibilidad de participar en procesos de conciliación, mediación y arbitraje
cuando haya casos en que el propio Protocolo pueda resultar insuficiente.
La elaboración
de un protocolo familiar no se debe tomar a la ligera y requiere de la tutela en su elaboración por
parte de un profesional y el seguimiento de una metodología basada en una
visión técnica y general de la empresa familiar. El objetivo es que en el
protocolo convivan expectativas, necesidades, pactos, derechos y obligaciones,
tanto dentro de la empresa, como con su entorno económico, social y jurídico.